Jean Jacques Rousseau
Johan Cruyff siempre ha distinguido entre tres clases de entrenadores: los que ganan y pierden un partido sin saber por qué; los que ganan y pierden un partido y saben por qué; y los que ganan y pierden un partido y no sólo saben por qué sino que tienen la solución para continuar ganando o evitar seguir perdiendo. La esencia está en saber, conocer, porque, como un día escribió Jorge Valdano: “un entrenador tiene o no tiene conocimientos, eso es lo que le da la autoridad cuando está delante de sus jugadores. Luego su palabra valdrá más o menos en función de lo que diga la tabla de clasificación”
¿Pero de qué tiene que saber un entrenador? Debe conocer tres cosas: el juego, la competición y los futbolistas. Cuando hablamos de conocer el juego nos referimos a la capacidad para identificar porqué ocurre lo que ocurre en el campo más allá del instante del último remate. Se trata de dominar los fundamentos del juego y ser capaz de diseñar tareas de entrenamiento pensadas por y para la competición. Es verdad, como escribe Ángel Cappa, que “el fútbol es un juego que primero se siente, se vive desde la pasión, y después se piensa porque si lo entendemos mejor, seremos capaces de disfrutarlo más”. Y es que no hay nada mas estéril que un entrenador sin un mínimo conocimiento táctico que le permita explicar porqué va ganando o perdiendo un partido.
Conocer la competición es como dominar el circuito en el que se va a pilotar. Si se quiere competir en la élite, con la máxima exigencia y donde los detalles son decisivos, es imprescindible conocer a los rivales, la idiosincrasia de un país, las características del campeonato, etc. Cuando a Juande Ramos le cazaron hace poco diciendo “¡Qué malos son estos rusos!” en el banquillo del CSKA de Moscú, es como si Fernando Alonso descubriera en plena carrera que una curva es más cerrada de lo que se esperaba.
Por último, es imprescindible conocer a los futbolistas porque el que no entiende de jugadores no entiende de fútbol. De los tres pilares básicos para un buen entrenador éste debe ser el más sólido. Un entrenador inteligente puede y debe rodearse de un cuerpo técnico que supla sus carencias, que planifique entrenamientos y le ayude a leer los partidos. Pero al final el entrenador es un lobo solitario que lidera el grupo y tiene la obligación de que los jugadores crean en él, y eso sólo se consigue en el cara a cara y tomando decisiones.
Fabio Cappelo dijo un día que en un mundo donde nadie se atreve a tomar decisiones él las toma. Es más fácil saber de táctica que de personas, y es ahí donde se mide la talla de un entrenador. Porque, parafraseando a Valdano, “si damos por descontado el conocimiento, la autoridad hay que demostrarla en las decisiones, no en el gesto fiero ni en el grito demagogo. A partir de ahí, el entrenador tendrá toda la fuerza que el club quiera.” Si nos detenemos a pensar en aquellos entrenadores más brillantes, siempre nos vendrá a la mente cómo decidieron jugar, qué jugadores eligieron y que estilo escogieron para su equipo. Recordaremos, en definitiva, sus elecciones.
"¿A qué vienes si sabes que Núñez te ficha por conveniencia?", le advirtió un futuro colaborador antes de que Cruyff firmara como técnico del Barça. "Vengo porque me necesitan para hacer lo que más me gusta, que es tomar decisiones".